“Una velada aldemarosa”

El Universal

Ana María Hernández G., Martes 07 de Junio de 2005

La semana que culminó tuvo varios manjares musicales de importancia. Uno de ellos, el más emblemático, fue el homenaje que la Orquesta Sinfónica Venezuela le rindió al maestro Aldemaro Romero.

Durante la cita ofrecida el pasado jueves en la sala José Félix Ribas del Teatro Teresa Carreño hubo mucho más que música: emoción, sentimiento, cariño y agradecimiento. Con este autor pasa algo curioso: es más conocido o mejor llamado por “Aldemaro” que por “Romero”, de hecho el propio compositor lo ha alentado con sus obras “aldemarosas”. Esa cercanía es la que hace que el público también lo lleve en su corazón.

Comenzó la cita con el Concierto para flauta y orquesta, a cargo del solista Andrés Eloy Rodríguez. Dedicado a Luis Julio Toro e interpretado también por José Antonio Naranjo, esta música está llena de mucho virtuosismo para el flautista. Por supuesto, la misma observación vale para Clarinada, la pieza para clarinete y orquesta a cargo de Alejandro Montes de Oca, y del Concierto Español para guitarra y orquesta, donde una vez más Luis Quintero demostró por qué es un verdadero representante del arte de la interpretación guitarrística.

Estas obras para solista y orquesta le dan un amplio margen de lucimiento al instrumentista. Son obras de gran dificultad, propias de ejecutantes bien plantados, aunque con el desarrollo de la técnica y la didáctica musical, no será lejano el momento cuando se los escuchemos a estudiantes avanzados de música. Por lo menos en Venezuela. Después de la obra guitarrística, los solistas Quintero y Rodríguez le dedicaron un regalo al autor, interpretando una de sus obras más emblemáticas: Quinta Anauco, en un arreglo donde ambos instrumentos, guitarra y flauta, se intercambiaban los roles, ora como solistas ora como acompañantes.

La música de Aldemaro cuenta su propia historia y tiene su lenguaje característico. Melódico, sin ser melodramático, con uso de una gran orquesta que explota todas las posibilidades sonoras existentes. Se reconoce en ella lo venezolano, sin tampoco llegar a la explicita rítmica folclórica, pese a que los aires vienen y van. Por supuesto, en la Fuga con pajarillo no se pueden dejar de lado las síncopas de rigor, por la obviedad del título, sin duda.

Otro momento importante fue el estreno del Vals de los cristales sonoros, donde el autor pone de manifiesto un diálogo entre los diferentes timbres de la percusión que sugieren lo que se expone en el título. De Conde a Principal también fue un gran momento de emoción. Todo fue muy bien conducido por el maestro Juan Carlos Núñez, quien se estrenó en este repertorio con buena precisión y buen gusto. Al finalizar la última pieza mencionada, Núñez le cedió la batuta al homenajeado, quien se plantó con la misma energía que lo ha caracterizado para rememorar el Dinner in Caracas con su arreglo de Dama antañona de Francisco de Paula Aguirre.