“Aldemaro, a la primera”

Entrevista a Rodolfo Saglimbeni

Por Nayari Rossi, Marzo 2008

Rodolfo Saglimbeni, Director artístico de la Orquesta sinfónica Municipal de Caracas, recuerda al maestro Aldemaro Romero desde el salón de clases del Centro Cultural Monte Sacro. Es un salón pequeño, con una ventana que se extiende a lo ancho y que deja saltar a la vista lo más hermoso de la ciudad capital venezolana: su montaña.

La afinación de una trompeta servía de fondo para el recorrido por las anécdotas que Saglimbeni guarda con especial claridad en su memoria.

Curiosidad juvenil

Rodolfo Saglimbeni contaba con 18 años cuando llegó a Caracas, recién graduado de bachiller y con un premio debajo del brazo: había ganado el concurso de director asistente  que promovía la Orquesta Filarmónica de Caracas.

“Para mí había una curiosidad muy grande: siempre quería tratar de escuchar lo que decía el maestro Aldemaro porque yo sentía que aprendía muchísimo, era una persona que mientras conversaba de repente salían otros temas, o por ejemplo uno hablaba con él y cometía un error de pronunciación o cualquier error y él le daba a uno cátedra de ejemplo. Una vez yo dije “él es de Rumanía” y él me hizo la corrección; ˜no, no, él no es de Rumanía, como los alemanes no son de Alemanía, ni los Italianos son de Italianía”, Aldemaro tenía un cultura muy grande”, narra Saglimbeni mientras va dejando colar su admiración.

En aquella época el joven director de orquesta se inventaba cualquier excusa para acercarse al maestro. “Bueno yo me ingenié con Rosalía (hermana del compositor) que tenía que hacer unos trabajos en Los Guayabitos y la razón era que Aldemaro se sentara conmigo en el carro y entre la cola y los semáforos yo le preguntaba cosas: ¿Cuándo compusiste De repente?, por ejemplo. Buscaba maneras de aprender muchas cosas de Aldemaro, en un carro en Caracas uno convive muchísimo con la gente, y con Aldemaro realmente fue una cátedra. Acabo de terminar de leer ahorita su último libro “Encuentros con la gente” y me doy cuenta de lo poco que sabía uno de él, era una enciclopedia abierta. Con eso viví yo muchísimo, con Aldemaro diciéndome “cuidado, métete por aqu픝 etc, entre esas miles de cosas de jovencito loco que estaba manejando, aprendí mucho. Manejaba yo porque a Aldemaro  no le gustaba manejar, él me dijo una vez que manejar es una tortura, decía que uno debería tener mucho dinero para tener un chofer, para que realmente rindieran los días, “eso es de gente inteligente porque si uno tiene un chofer no pierde tiempo estacionando…”. Yo disfruté mucho siendo su chofer.

Saglimbeni también revive en su memoria la primera vez que grabó junto al maestro Aldemaro. Fue poco tiempo después de haber estrenado la Suite Onda Nueva, una de las piezas más famosas del maestro, en 1996. “Es una pieza que recuerda todos sus grandes éxitos y sus canciones: De repente, un trozo de Poco a Poco, El Catire, Quinta Anauco. Y llegaba un punto de esta pieza donde se acababa y ahí empezaba a tocar Aldemaro con su trío y después la Orquesta seguía tocando dos gaitas al final. Cuando uno graba se graba primero la Orquesta y después invitamos al maestro. Habíamos dispuesto el piano, la batería, el bajo y comenzamos a ensayar. Es una costumbre moderna que cuando se graba se hacen varias tomas. Entonces el ingeniero de sonido estaba muy acostumbrado a que hiciéramos tres tomas, y decía ˜Suite Onda Nueva, toma uno” y la tocábamos, “toma dos” y la volvíamos a tocar, “toma tres” y volvíamos; cuando llegamos a grabar con Aldemaro el ingeniero de sonido dice “El negro José, toma uno” y Aldemaro se voltea y dice “y única”. Aldemaro grababa como se hacía hace mucho tiempo, músicos que iban a la primera toma. Aldemaro grabó como  siempre, a la primera. Ahí está el disco “ excelente, es uno de los más famosos de la música de Aldemaro”.

Pero la curiosidad de Saglimbeni no acaba en estas historias. Describe al maestro Aldemaro como un hombre muy controversial: fue atacado por la crítica porque su conocimiento musical no fue producto del estudio académico, a pesar de eso él nunca desdeñaba que la gente estudiara música, comenta Saglimbeni, y acota que fue el mismo Aldemaro Romero quien le dio una beca para estudiar en Inglaterra. Yo le hacía preguntas capciosas porque decían que para los arreglos de Dinner en Caracas “que son fabulosos- él le había pagado a alguien para hacerlos”. Y yo le buscaba la vuelta “Aldemaro, por ahí dice una gente que Dinner en Caracas no es tuyo” y entonces él se reía y a los días iba para su casa y él me decía “toma esto” entonces uno se daba cuenta de que los arreglos eran de su puño y letra.

“No tenía pepitas en la lengua”, dice Saglimbeni y por eso agrega si una persona no lo conocía podría resultarle fuerte un comentario de él”.

Parece que Aldemaro Romero no perdió el tiempo en la vida. ¿Cómo es que se vive tan intensamente? ¿Alguna vez se lo preguntó?

Yo le dije que me contara esos momentos en el hotel Majestic, cuando él tocaba allí,  y le preguntaba qué era lo que más disfrutaba de esa época y él me dijo que cuando no tocaba. Pero ¿cómo? le dije, y me dice que él se acercaba a una mesa y ahí estaba Mariano Picón Salas y Andrés Eloy Blanco, él trataba de escuchar y meterse en la conversación. Tendría unos 18 o 20 años. Aldemaro se nutrió muchísimo de ese tipo de encuentro con gente, no solamente a nivel musical. Viniendo de un estrato bajo fue una persona que se codeó con presidentes, con princesas, con grandes escritores, con grandes músicos. Él siempre fue una persona que estaba muy alerta.

El hecho de que Aldemaro no tuviera una educación formal hizo que él realmente fuera una esponja, extraía lo mejor de todo el mundo. A veces uno lo veía ensimismado, parecía ido, y yo siempre supe que estaba captando todo. Estábamos en su casa escuchando música, hablando, y él parecía como dormido y de pronto me preguntaba  “¿te fijaste el acorde que tocaron mal?”, realmente estaba recibiendo todo el tiempo todas las cosas, hay un talento muy grande, diferente a la gente común. De esa fibra estaba hecho Aldemaro Romero.

Para usted ¿cuál es su mayor legado?

Aldemaro creó un legado académico a partir de las raíces venezolanas, lo mismo que hizo con Onda Nueva: tomó la esencia de la música venezolana y creó un lenguaje propio. Era una persona que tenía el oficio, él buscó una fórmula y la desarrolló. Escribir para una orquesta sinfónica es una cosa muy complicada, Aldemaro a los 18 años ya lo sabía hacer y no sólo lo sabía hacer sino que fue contratado por la RCA Victor (Radio Corporation of America), estamos hablando de unos niveles así como Bob Abreu jugando en los Yankees de Nueva York. En la música académica él sabía escribir muy bien para Orquesta; cuando hace algo como La Fuga con Pajarillo te das cuenta de que él toma un tema venezolano y lo fusiona con una fórmula musical de las más antiguas de la historia de la música: la fuga. Escribe una fuga que tiene los rigores de una forma musical y suena venezolano, es una obra académica. ¿Dónde las aprendió? El oído, siempre me decía que escuchara música. Tomó lo mejor de la esencia de la música venezolana y creó un lenguaje en base a esas fórmulas. En la última época de su vida él se centró en la música académica. Hoy en día me atrevería a decir que un 90% de los grupos venezolanos de música popular, urbana, folklórica, tiene parte de su inspiración en lo que fue Aldemaro Romero.

Detrás de su obra, hay un artista disciplinado.

Recuerdo que una vez le comenté que La Fuga con Pajarillo era la obra de él más tocada en todo el mundo, le dije que, como era sólo para cuerdas, debería componer un gran pajarillo para Orquesta Sinfónica, donde no solamente sean las cuerdas. No habían pasado 10 días cuando aterrizó en mi escritorio la Tocata Baquiana y Gran Pajarillo Aldemaroso; eso no tiene palabras. Esa disciplina no tiene palabras, esa es una de las piezas centrales que tocaremos en nuestra gira a Alemania. La ha dirigido Gustavo Dudamel en Europa, lo mismo sucedió con la Fuga con Pajarillo. Eso sucedía y uno veía que Aldemaro tenía una vida familiar, un programa de radio, pero claro, él se paraba a las dos de la mañana y se ponía a trabajar en un momento donde no hay teléfono ni otras distracciones, su día realmente le rendía. Él era una persona que sabía el oficio, era un artesano de la música, él no estaba esperando a la musa que le llegara, esa siempre estaba presente en Aldemaro. Escribía muchas más de las que pudiera estrenar. Uno de los compositores más tocados en Latinoamérica es Aldemaro Romero, sin duda alguna. Eso obedece a que es buena música.

Claro, pero desde la academia, ¿qué más se puede decir de la música de Aldemaro Romero?

Cuando uno pone la música de Aldemaro en los atriles y los músicos empiezan a tocarlo, te puede gustar o no, pero nadie puede decir que esa música tiene errores, defectos o que está mal hecha.

Además de la disciplina ¿qué otra característica tenía como profesional de la música?

Aldemaro era un hombre pragmático, si tenía que escribir un concierto para violín lo escribía y si en ese momento lo llamaban para que escribiera la música de una cuña de televisión, la escribía, punto. Es muy posible que el concierto y la cuña sonaran parecido porque las escribió el mismo día. Catuche, que es un vals muy bello, una bella fusión del vals venezolano con el jazz, porque él improvisa en sus grabaciones, esa es una pieza que originalmente era una cuña del Banco Mercantil. El tema de las salchichas de Oscar Mayer es de Aldemaro y hay un vals sobre eso que se llama La Salchicha.

Grandes virtudes y grandes defectos

Fueron muchos los años que compartieron Saglimbeni y el maestro Aldemaro. Su relación traspasó el nexo musical y terminaron siendo ese tipo de amigos-de-la-vida.

“Uno de los defectos de Aldemaro Romero era ser poco paciente. Sus virtudes, no las podría enumerar, hasta la manera cómo le reclamaba a uno era una gran virtud porque siempre dejaba una enseñanza. Tuve un privilegio al conocerlo, tuve la dicha de quererlo, admirarlo y pelear con él muchísimas veces. Era un libro abierto. En su libro “Encuentros con la gente”, hay un Aldemaro que no conoces, esas cosas que son de la vida cotidiana. Hay dos cosas que pasaron al final de la vida de Aldemaro que son increíbles: una es el disco que hizo Federico Pacanins, y el libro, que siento que es una colección de sus apuntes”.